Serenidad
Cuando vivimos nuestra vida conscientes
del Ser que somos, cultivamos un estado de Ser-en-idad. Es decir, construimos
nuestra identidad desde un lugar que trasciende al ego y va más allá.
El ego cree que es el
protagonista de la película, que las cosas que realiza las realiza él; que lo
que le pasa, le pasa a él; que si alguien hace o dice algo, se lo hace o dice a
él… Es el centro del mundo, o mejor, de la galaxia, o de todos los universos
que existen… Todo gira en torno a sus necesidades, a su importancia personal…
Y, naturalmente, esto es fuente de muchos conflictos y sufrimientos.
Pero hay otro lugar, en el mismo
lugar, desde donde vivir una existencia más pacífica y con muchos menos
terremotos emocionales. Y ese lugar es el Ser, al que se accede cada vez que
estamos en un estado de presencia que nos permite desidentificarnos de la
película y ver la realidad desde otra perspectiva.
Decía Calderón de la Barca “Y
toda la vida es sueño”. Y así es. Un sueño donde al ego le parece que hay
buenos y malos; un sueño lleno de juicios y comparaciones; un sueño lleno de
alucinaciones que parecen muy reales y que hacen que, muchas veces, el sueño se
convierta en una pesadilla.
¿Y cómo despertamos? Recordando
quiénes somos en realidad. Recordando que somos seres multidimensionales
viviendo una experiencia humana. Recordando que todo cuanto sucede me
concierne, que tiene que ver con mis estados internos. Recordando que todo
tiene un propósito, aunque no se lo encuentre en ese momento. Recordando que
dentro de mí tengo un lugar de paz y amor al que accedo con sólo tomar unas
respiraciones conscientes. Con sólo volver a conectarme conmigo mism@. Con sólo
volver a religar (ese era el propósito de las religiones, aunque muchas ni lo
recuerden) todo lo que me constituye: cuerpo, mente, emociones y energía,
existiendo al unísono. Permitiéndome
habitar un espacio de coherencia interna donde no hay luchas ni resistencias,
donde la aceptación lo preside todo. Y puedo, simplemente, Ser.
Cuando me siento a practicar meditación,
cada mañana, observando mi respiración entrando y saliendo, no pretendo
alcanzar un resultado. No estoy luchando contra los estados emocionales que no
me gustan. No estoy exorcizando mis demonios internos o los que percibo en el
exterior. Sólo pretendo volver a mí. Volver a un estado de presencia donde soy
mucho más consciente de cómo me estoy relacionando conmigo, con los otros y con
la vida. Y ese momento de meditación crea memoria, de modo que, a lo largo del
día, puedo darme cuenta de cómo me salí de la presencia para vivir sin vivir en
mí, como decía Santa Teresa. Y con sólo unas respiraciones vuelvo al Ser y
recupero la serenidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario